Por: Juan Diego Sierra Rave – Enlace departamental de juventud.
Nosotros, los jóvenes, no
queremos ser una bandera electoral ni un adorno institucional. Queremos ser
escuchados, tomados en serio, tenidos en cuenta. Queremos participar, sí, pero
no para llenar sillas vacías: queremos transformar realidades.
La creación de los Consejos
Municipales de Juventud (CMJ) fue una apuesta esperanzadora. Fue la posibilidad
de abrir espacios reales de participación, de empoderarnos políticamente, de
prepararnos como una nueva generación de líderes con vocación de servicio y
pensamiento crítico. Esa intención sigue viva, y por eso muchos aún creemos que
vale la pena insistir.
Pero también somos
conscientes de los desafíos. Muchos de los CMJ, en la práctica, se han
convertido en estructuras sin incidencia real. Nos encontramos con una falta de
recursos, decisiones no vinculantes, y una débil articulación con las
administraciones locales. La participación juvenil no puede seguir siendo
simbólica. Necesitamos voluntad política para que esa participación sea
efectiva, vinculante y con presupuesto.
Este llamado no es para
atacar, sino para reflexionar. Para los tomadores de decisión: si de verdad
queremos formar ciudadanos, hay que comenzar por tomarnos en serio. No basta
con convocarnos a elecciones, necesitamos que esas voces elegidas puedan incidir.
Los municipios están llamados a asignar recursos para los planes de juventud,
tal como lo establece el artículo 78 de la Ley 1622 de 2013 que fue modificada
por la ley 1885 de 2018 . ¿Por qué eso no se cumple de manera generalizada?
Porque aún falta voluntad. Y eso hay que decirlo sin miedo.
para nosotros, los jóvenes:
no dejemos que el desencanto nos aleje. Nuestra voz sigue siendo poderosa,
incluso cuando cuesta. Nuestra participación sigue siendo necesaria, sobre todo
cuando otros prefieren que nos quedemos al margen. No podemos rendirnos antes
de tiempo. Postularse, votar, construir desde adentro también es una forma de
resistencia.
Hoy más que nunca,
necesitamos que los CMJ no sean un simple escenario decorativo, sino un espacio
vivo de interlocución, propuesta e incidencia. El reto está sobre la mesa: o
fortalecemos estos mecanismos de participación con poder real, o corremos el riesgo
de perder una oportunidad histórica.
Invito al presidente, a los
alcaldes y gobernadores, a los diputados y los concejales a hacer una
introspección estatal que nos permita evaluar la implementación de la Ley 1622
de 2013 que fue modificada por la Ley 1885 de 2018. Que los jóvenes no seamos
solo una fotografía, sino que nuestros líderes busquen una transformación real
de nuestras circunstancias y escuchen, que lo único que queremos… es más
oportunidades.