Por: José Octavio Cardona León – Representante a la Cámara.
Hace pocos días, un periodista de Bogotá me preguntó qué pensaba de las
reuniones que se estaban llevando a cabo entre los partidos Liberal,
Conservador, Nuevo Liberalismo y La U, con el objetivo de procurar un acuerdo
que permita la postulación de un candidato multipartidista a la presidencia de
la República. Ante esta consulta, no solo asentí, sino que también manifesté mi
extrañeza por la ausencia del Centro Democrático y Cambio Radical, además del
MIRA y la ASI.
Es innegable que el país político hace rato empezó a moverse de cara al
proceso electoral de mayo del próximo año, en el cual se elegirá al sucesor de
Gustavo Petro Urrego. Esa inercia electoral se da por una razón bastante
simple: estamos a siete meses y medio de la inscripción de los candidatos al
Senado y la Cámara, lo que hace que la campaña al Congreso se mueva de la mano
con la campaña a la Presidencia. Es claro que, en muchos rincones del país, es
y será una pregunta obligada a los candidatos al Senado o a la Cámara de
Representantes si estos o aquellos harán la campaña de la mano de Petro o, por
el contrario, la harán en contra del presidente y sus candidatos.
Ningún candidato, repito, ninguno, es capaz de ganar en solitario. En
Colombia, se volvió habitual que la victoria presidencial sea el resultado de
la unión de varios grupos, partidos, sectores o ideologías; esto último más
bien escaso, pero ocurre.
En la última elección presidencial hubo tres coaliciones claramente
definidas. La primera fue la coalición Pacto Histórico; la segunda, la
denominada Equipo por Colombia; y la tercera, la que se inscribió con el nombre
de Centro Esperanza. En ninguna de las tres estuvo el Partido Liberal.
Las reuniones que actualmente se vienen dando no solo son necesarias,
sino también urgentes, pues no se puede pretender que el país político se quede
sentado esperando a que llegue enero para saber quiénes tienen intereses
comunes y propósitos similares. Es urgente porque, mientras en una orilla
apenas se empiezan a sentar, en la otra hace rato están bastante acordados y
coordinados. Esto se debe a que el sector que hoy se llama izquierda tiene un
director de orquesta que todos reconocen y respetan, mientras que sus
antagonistas no tienen un líder definido, y por eso deben empezar a ponerse de
acuerdo a la mayor brevedad.
En el caso del Partido Liberal, no podemos cometer el mismo error de la
última elección presidencial, en la que no solo no tuvimos candidato propio,
sino que tampoco apoyamos a ningún otro. Simplemente quedamos en libertad, y
eso es fatal para la organización interna de los partidos. Es mejor perder que
no competir. En esa elección, no tuvimos peso, no tuvimos brújula; cada
congresista, cada dirigente y cada militante terminaron donde quisieron. Por
eso, unos se fueron con Petro, otros con Fico y otros tantos con Rodolfo, lo
que, de entrada, aseguraba una victoria para algunos, pero una derrota para el
partido, asunto que actualmente es visible y notorio.
Algunos congresistas han manifestado su inconformidad porque las
reuniones se realicen a instancias del director único del partido y han
reclamado la convocatoria de bancadas y reuniones de los congresistas para la
toma de decisiones. Lo anterior solo refleja el desconocimiento de los
estatutos del partido, que facultan al director nacional para “conducir las
relaciones políticas con los demás partidos, sectores, movimientos y
organizaciones políticas y sociales, sindicales y gremiales, nacionales e internacionales”.
El director nacional no solo tiene facultades para conducir las
relaciones con otros partidos políticos, sino que, como es apenas natural,
tiene autoridad para explorar con otras líneas de pensamiento lo que más
conviene al partido y a la militancia.
Prefiero un partido que se apresure a buscar candidato a que volvamos a
cometer el error de afrontar una campaña huérfanos de candidatos y de
orientaciones.
En política, es claro que quien no compite, no lucha y no batalla. No
solo no gana, sino que tiene asegurada la derrota.
Para los desprevenidos que critican todo y a los que nada les gusta, me
permito recordarles que, tal como se ve el panorama, el único sector que hasta
ahora tiene garantizada la presencia de su candidato en segunda vuelta es
justamente el que hoy por hoy detenta el poder. Por eso, es necesario que los
demás se organicen o, si se quiere, se unan entre sí o con el gobierno. Eso
depende de la lectura que cada uno tenga de los resultados de la actual
administración.
Por estas razones, es necesario decir que, en buena hora, empezaron los
diálogos.