En las últimas semanas, el proyecto del Aeropuerto del Café, que se desarrolla en el municipio de Palestina, ha tomado relevancia en las discusiones sociales y políticas del departamento de Caldas. Sin embargo, esta atención no ha sido precisamente por avances positivos, sino por la lamentable noticia de la renuncia del exgerente Merchán Ramos, quien dejó su cargo en este importante proyecto para la región.
Este revés en la ejecución del aeropuerto ha reavivado las dudas de siempre: ¿algún día despegarán verdaderos aviones desde Palestina, o los únicos que seguirán despegando serán los politiqueros del departamento? La esperanza de ver materializada esta obra es cada vez menor. Tras años de espera y una sucesión de noticias negativas, la incertidumbre no hace más que aumentar, especialmente luego de que el exgerente señalara la existencia de irregularidades en el manejo del proyecto.
Ante esta renuncia, distintos sectores y actores de la política regional han manifestado su postura. Entre ellos, el gobernador de Caldas, Henry Gutiérrez; el Comité Intergremial de Caldas; el alcalde de Manizales; concejales; congresistas e incluso el presidente Gustavo Petro, quien recientemente se refirió al tema. No obstante, resulta irónico que, desde Palestina—el municipio directamente afectado por el proyecto—no se hayan hecho pronunciamientos contundentes que exijan seriedad, transparencia y claridad en cada decisión.
A lo largo de los años, han sido mandatarios de otros municipios y personas ajenas a Palestina quienes han opinado y tomado decisiones sobre la ejecución de este proyecto. Pero, ¿por qué los habitantes de Palestina han sido históricamente ignorados? ¿Acaso quienes financian el proyecto son los únicos con derecho a decidir y opinar? ¿No deberían ser escuchadas también las voces de quienes han sufrido el desarraigo social, cultural y ambiental?
Para quienes financian la obra, parecería que lo único importante es el factor económico. Mientras tanto, Palestina ha pagado el costo con desplazamientos forzados de cientos de familias y la destrucción de su paisaje cultural cafetero. El desarrollo y el progreso son bienvenidos en el municipio y en la región, pero deben darse con transparencia, seriedad y un verdadero compromiso social y ambiental. Palestina no puede seguir siendo víctima de improvisaciones e intereses particulares que, en lugar de generar desarrollo, solo han significado un retroceso. Hasta ahora, desde Aerocafé solo han despegado ideas y políticos, pero no aviones.