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MI CARTA A QUIMBAYA: UN PUEBLO QUE LATE EN EL CORAZÓN DE CADA HABITANTE.

 



                                  

 

 Por: Juan Camilo Betancourt Grajales - Abogado.

 

Quimbaya, un rincón vibrante del Quindío, es mucho más que un municipio; es un lugar donde cada esquina, cada calle, cada amanecer, tiene una historia, una vida, una esencia propia. Un lugar que me ha marcado profundamente, que me ha dejado una familia y unos padres amantes al amor genuino y autentico por nuestras raíces e identidad, que inspira a seguir adelante, a nunca rendirme en mi compromiso laboral, empresarial y personal de servir siempre a la gente. Mis sueños no son solo un propósito, sino el reflejo constante del amor y respeto por mi gente, por esta tierra que nunca deja de sorprenderme.


Desde la emblemática carrera sexta hasta los rincones más tranquilos, Quimbaya se distingue por su calor humano, por la amabilidad que caracteriza a su gente. Don Belisario, con su puesto de dulces en la esquina de la carrera 6ta con calle 15, es un ejemplo vivo de esa calidez, quien con su sonrisa, su optimismo y su gentileza, nos enseña que la vida, aunque dura, siempre tiene un dulce momento para ofrecernos. Doña Albania, conocida cariñosamente como la "negrita", con su puesto de frutas frescas en la carrera sexta con calle 14, es otro claro ejemplo de esa esencia quimbayuna: esfuerzo, tradición, y una actitud positiva que da vida al corazón de nuestra comunidad.


En el sector comercial, no podemos dejar de mencionar a Juan Carlos Alzate, quien, desde su establecimiento "La Casa del Café", nos recuerda que el comercio no solo es un medio para ganarse la vida, sino también una forma de conectar con las personas, de ofrecerles algo más que un producto: una sonrisa, una conversación, una mano amiga. Y cómo olvidar a “Memo”, quien con dedicación cuida los carros en la carrera 6ta; y a los artesanos que, con sus manos, dan vida a nuestras tradiciones y cultura.


Quimbaya también tiene héroes anónimos como Don Germán, el lustrador de zapatos, quien con su sencillez y su amor incondicional a sus hijos, nos recuerda que las grandes lecciones de la vida no siempre se enseñan en salones de clase, sino en las calles de nuestro pueblo. En cada rincón hay historias de esfuerzo y valentía, como la de Alex Ramírez y su hermano “Nando el Carnal”, quienes con trabajo y disciplina han hecho de su negocio una muestra de amor y lealtad a su tierra.


Pero Quimbaya no es solo un lugar de comercio y trabajo. Su alma se encuentra en su gente, en su gente que lucha por mejorar, como las mujeres poderosas de nuestro pueblo quienes se han convertido en voces de lucha por sus derechos, tejiendo igualdad, amor y respeto. También en la iglesia Jesús, María y José, cuyo Cristo de la Esperanza, de 8 metros, se erige como un símbolo de fe y esperanza para todos los quimbayunos.

   

Nuestros paisajes, nuestra fauna, nuestro Parque de los Arrieros, Panaca y nuestra gastronomía, son solo algunas de las riquezas que hacen de Quimbaya un lugar único. Pero lo que realmente hace grande a nuestro municipio es su gente: los campesinos, los emprendedores, los presidentes de las juntas de acción comunal, los amigos, los vecinos, los deportistas, los animalistas, las madres cabeza de familia, nuestros niños, todos unidos en un mismo propósito: hacer de Quimbaya un lugar mejor.


Hoy, más que nunca, necesitamos seguir cultivando ese amor por lo nuestro, seguir trabajando juntos para transformar nuestra tierra, para que cada uno de nosotros, desde su puesto de frutas, su taller de artesanías o su negocio, sea una semilla de cambio. Como dijo el gran Nelson Mandela: "La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo". Y en Quimbaya, nuestra mayor fortaleza es la unidad, el trabajo y el amor por lo que somos.


Es por ello que mi compromiso con esta tierra es más grande que nunca. Quimbaya, la tierra que me vio nacer, es mi causa y en cada línea de este escrito ratifico que, es mi inspiración para siempre seguir adelante.



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