Quimbaya,
un rincón vibrante del Quindío, es mucho más que un municipio; es un lugar
donde cada esquina, cada calle, cada amanecer, tiene una historia, una vida,
una esencia propia. Un lugar que me ha marcado profundamente, que me ha dejado
una familia y unos padres amantes al amor genuino y autentico por nuestras
raíces e identidad, que inspira a seguir adelante, a nunca rendirme en mi
compromiso laboral, empresarial y personal de servir siempre a la gente. Mis
sueños no son solo un propósito, sino el reflejo constante del amor y respeto
por mi gente, por esta tierra que nunca deja de sorprenderme.
Desde
la emblemática carrera sexta hasta los rincones más tranquilos, Quimbaya se
distingue por su calor humano, por la amabilidad que caracteriza a su gente.
Don Belisario, con su puesto de dulces en la esquina de la carrera 6ta con
calle 15, es un ejemplo vivo de esa calidez, quien con su sonrisa, su optimismo
y su gentileza, nos enseña que la vida, aunque dura, siempre tiene un dulce
momento para ofrecernos. Doña Albania, conocida cariñosamente como la
"negrita", con su puesto de frutas frescas en la carrera sexta con
calle 14, es otro claro ejemplo de esa esencia quimbayuna: esfuerzo, tradición,
y una actitud positiva que da vida al corazón de nuestra comunidad.
En
el sector comercial, no podemos dejar de mencionar a Juan Carlos Alzate, quien,
desde su establecimiento "La Casa del Café", nos recuerda que el
comercio no solo es un medio para ganarse la vida, sino también una forma de
conectar con las personas, de ofrecerles algo más que un producto: una sonrisa,
una conversación, una mano amiga. Y cómo olvidar a “Memo”, quien con dedicación
cuida los carros en la carrera 6ta; y a los artesanos que, con sus manos, dan
vida a nuestras tradiciones y cultura.
Quimbaya
también tiene héroes anónimos como Don Germán, el lustrador de zapatos, quien
con su sencillez y su amor incondicional a sus hijos, nos recuerda que las
grandes lecciones de la vida no siempre se enseñan en salones de clase, sino en
las calles de nuestro pueblo. En cada rincón hay historias de esfuerzo y
valentía, como la de Alex Ramírez y su hermano “Nando el Carnal”, quienes con
trabajo y disciplina han hecho de su negocio una muestra de amor y lealtad a su
tierra.
Pero
Quimbaya no es solo un lugar de comercio y trabajo. Su alma se encuentra en su
gente, en su gente que lucha por mejorar, como las mujeres poderosas de nuestro
pueblo quienes se han convertido en voces de lucha por sus derechos, tejiendo
igualdad, amor y respeto. También en la iglesia Jesús, María y José, cuyo
Cristo de la Esperanza, de 8 metros, se erige como un símbolo de fe y esperanza
para todos los quimbayunos.
Nuestros
paisajes, nuestra fauna, nuestro Parque de los Arrieros, Panaca y nuestra
gastronomía, son solo algunas de las riquezas que hacen de Quimbaya un lugar
único. Pero lo que realmente hace grande a nuestro municipio es su gente: los
campesinos, los emprendedores, los presidentes de las juntas de acción comunal,
los amigos, los vecinos, los deportistas, los animalistas, las madres cabeza de
familia, nuestros niños, todos unidos en un mismo propósito: hacer de Quimbaya
un lugar mejor.
Hoy,
más que nunca, necesitamos seguir cultivando ese amor por lo nuestro, seguir
trabajando juntos para transformar nuestra tierra, para que cada uno de
nosotros, desde su puesto de frutas, su taller de artesanías o su negocio, sea
una semilla de cambio. Como dijo el gran Nelson Mandela: "La educación es
el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo". Y en
Quimbaya, nuestra mayor fortaleza es la unidad, el trabajo y el amor por lo que
somos.
Es
por ello que mi compromiso con esta tierra es más grande que nunca. Quimbaya,
la tierra que me vio nacer, es mi causa y en cada línea de este escrito
ratifico que, es mi inspiración para siempre seguir adelante.