Por: Oscar Fernando Cardona Suarez - Abogado.
En la vida, tomar decisiones implica, en muchas ocasiones, ir en contravía del pensamiento dominante. No siempre debemos aceptar las ideas impuestas por otros, especialmente cuando estas responden a intereses personales o carecen de fundamento ético. Con el tiempo y la experiencia, es fundamental desarrollar un criterio propio que nos permita decidir con independencia, sin dejarnos manipular por quienes buscan aprovecharse de los demás.
Existe una frase que resume bien esta actitud: "Alguien tiene que llevar la contraria." En toda toma de decisiones, especialmente en posiciones de poder, es imprescindible que haya voces dispuestas a cuestionar lo que parece inviable o injusto. No se trata de oponerse por el simple hecho de hacerlo, sino de ejercer un pensamiento crítico que corrija errores antes de que generen consecuencias negativas.
Lamentablemente, en muchos ámbitos laborales, los subalternos prefieren callar y acatar órdenes, incluso cuando estas son evidentemente erróneas o perjudiciales. La obediencia ciega puede convertir a las instituciones en espacios donde las malas decisiones se perpetúan sin cuestionamiento. Por eso, es digno de admiración cuando un servidor público o un trabajador tiene la valentía de negarse a cumplir una orden abiertamente ilegal o inmoral. En estos casos, llevar la contraria no es un acto de rebeldía, sino un acto de responsabilidad y defensa del interés general sobre los intereses particulares.
Si queremos una sociedad más justa y democrática, debemos educar a nuestros niños y jóvenes en el valor del pensamiento crítico. No todo lo que diga una figura de autoridad es correcto por el simple hecho de venir de alguien con poder. Cuestionar, argumentar y defender principios éticos son habilidades esenciales para construir un futuro más justo y equitativo.
Aprendamos a llevar la contraria cuando sea necesario. No por capricho, sino por convicción.