Por: José Octavio Cardona León - Representante a la Cámara.
Los manizaleños, por más que
intentemos no acostumbrarnos, seguimos sorprendidos cada vez que resulta un
nuevo hallazgo fiscal de la administración anterior. Parece que la historia de
despilfarro y corrupción no tiene fin. Después de la alarmante pérdida de 39
mil millones de pesos en la construcción de una PTAR que nunca se concretó,
pensábamos que no sería posible perder más. Pero la ciudad, una vez más, se ve
asfixiada por la incompetencia y la avaricia de algunos de los que tuvieron el
encargo de gobernarla en el cuatrienio anterior.
El último hallazgo fiscal, que
asciende a 34 millones de pesos, es, en apariencia, una cantidad menor en
comparación con los miles de millones que no aparecen en las arcas de
Manizales, pero no deja de ser una nueva herida en un pueblo que ya venía sangrando.
Es un monto que podría haber sido destinado a otros proyectos vitales para el
progreso de la ciudad, que necesita urgentemente reponerse de tanto
despilfarro. Después de los estragos de la PTAR, parecía que ya no habría más
espacio para nuevos abusos. Pero la realidad es otra.
Hoy, el nuevo protagonista de esta
triste historia es el himno de Manizales, el cual en los últimos meses de la
administración anterior, tuvo nuevas imágenes, para lo cual se firmó un
contrato para producir una versión oficial del himno de la ciudad. Lo que
debería haber sido un proyecto digno de orgullo y simbolismo, resultó ser una
producción pobre, deficiente y totalmente alejada de lo que la ciudad realmente
merece.
La estrofa que dice "Manizales,
beso tu nombre", tan cantada por propios y extraños, quedó opacada por la
falta de profesionalismo.
Es triste pensar que, mientras
Manizales luchaba por salir adelante, los responsables de esa administración se
dedicaban a minar su patrimonio con proyectos inútiles y contratos dudosos. La
corrupción no solo está en las cifras astronómicas de los desfalcos, sino
también en los detalles más pequeños, como el himno de una ciudad que ahora
parece estar perdiendo, incluso, su identidad cultural.
El honor de Manizales, como ciudad,
quedó perdido en las estrofas de un himno que no logró representar su grandeza.
La administración que creyó que gobernar era sinónimo de desfalcar dejó una
herencia de vergüenza.
Por fortuna la Contraloría municipal
sigue haciendo su trabajo, lo lamentable es que no cesan las sorpresas con los
que decían querer una ciudad más grande, pero que una vez llegaron, solo
pensaron en su propio interés y hoy simplemente no dan la cara, por más que en
escenarios internacionales se siguen presentando y actuando en nombre y
representación de una ciudad que ya los conoce muy bien y que de ellos poco o
nada quiere saber.