Opinar
por opinar, hablar por hablar, escribir por escribir, en muchas ocasiones sin
conocimiento y sin información, especialmente con la intención de dañar, lo
cual no solo afecta a individuos o familias, sino que puede comprometer la
estabilidad de comunidades enteras.
Por: José Octavio Cardona León - Representante a la Cámara.
En
nuestra sociedad ha hecho carrera que, aprovechando las redes sociales, se
emitan juicios de valor con exagerada rapidez y con facilidad asombrosa,
generalmente sin fundamentos claros, lo cual es un fenómeno bastante
preocupante.
Opinar
por opinar, hablar por hablar, escribir por escribir, en muchas ocasiones sin
conocimiento y sin información, especialmente con la intención de dañar, lo
cual no solo afecta a individuos o familias, sino que puede comprometer la
estabilidad de comunidades enteras. Esto es particularmente grave en el ámbito
político, donde los rumores y las percepciones infundadas pueden desviar la
atención de lo realmente importante: el progreso colectivo.
En
la política, como en la vida, debemos entender que el liderazgo no es una
carrera de egos ni un pleito entre adversarios, es una lucha de ideas y
propuestas, así debe entenderse.
Las
campañas tienen un tiempo y un lugar, pero una vez concluido ese capítulo, la
prioridad debe ser trabajar en conjunto, con y para la ciudadanía, olvidando
las acciones de la campaña, para poder concentrarse en los actos del gobierno.
Gobernar no es un privilegio, sino una responsabilidad que implica diálogo,
consenso y compromiso, independientemente de los colores políticos.
Es
esencial que como ciudadanos dejemos espacio para que los líderes ejerzan su
labor sin las ataduras de miedos infundados o críticas vacías. Un político no
se define por el volumen de aplausos que reciba, sino por su capacidad para
cumplir con sus compromisos, materializar propuestas, gestionar recursos y
construir soluciones reales a los problemas de la gente.
Somos
conscientes de que las redes sociales se han convertido en un arma de doble
filo. Si bien son herramientas poderosas para la transparencia y la
comunicación, también son terreno fértil para la desinformación y la
polarización. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos utilizarlas para
avanzar, para informar y construir, y no para destruir o crear confusiones.
Como
servidores públicos, estamos llamados a avanzar, a dejar atrás las disputas y
los intereses particulares para enfocarnos en el bien común. Pero este esfuerzo
debe ser compartido: los ciudadanos también tienen un rol esencial, el cual es
exigir con argumentos, participar activamente y apoyar las iniciativas que,
aunque imperfectas, buscan el bienestar general.
No
creo que los tiempos actuales sean propicios para criticar o señalar a los
adversarios que han encontrado en el diálogo una forma justa de trabajar en
beneficio de los ciudadanos. Posturas contrarias no son morales, por el
contrario, son inmorales, necias e inadecuadas.
El
control ciudadano es necesario, pero más necesario resulta que quien lo hace
tenga estatura moral para reclamar.