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La palabra “Doctor”

 


Doctor no es un título cualquiera, sino uno de los más altos niveles académicos, y su uso desvirtuado en Colombia crea barreras artificiales que alimentan el ego y limitan relaciones igualitarias y genuinas.


Por: Oscar Fernando Cardona Suarez. Abogado.

En el ejercicio profesional y, especialmente, en el servicio público, es común qué usuarios, clientes y funcionarios utilicen la palabra "Doctor" para dirigirse a otras personas de un nivel académico relativamente alto. Esta palabra se ha empleado como una forma de respeto, pero su uso se ha desvirtuado con el tiempo.


La palabra “doctor” proviene del latín doctum, que significa “sabio” o “instruido”. En la antigua Roma, se usaba para referirse a quienes se dedicaban a enseñar de manera sistemática, como jurisconsultos, profesores de letras o artes, maestros de escuela, y entrenadores de artistas, gimnastas, gladiadores, cocheros y soldados.


Hoy en día, sin embargo, el término se utiliza de manera incorrecta para referirse a personas en puestos de mediana o baja autoridad, sin considerar que, en la jerarquía académica moderna, “Doctor” es un título que representa uno de los más altos niveles de formación, alcanzable tras estudios especializados y rigurosos, y que simboliza gran capacidad académica y conocimiento profundo en una disciplina específica.


Personalmente, me siento incómodo cuando me llamen “doctor” debido a mi profesión de abogado o por ser funcionario público. Creo que esta palabra impone una barrera innecesaria entre el ciudadano y el funcionario. Además, muchos servidores públicos, influenciados por ese aire de superioridad que conlleva el título, tienden a tratar con poca empatía a los ciudadanos que buscan asistencia en asuntos de nuestra competencia. Como servidores públicos, debemos recordar que nuestra obligación es servir a la comunidad.


Adoptar un trato más igualitario y directo podría fomentar una relación más cercana y respetuosa entre ciudadanos y funcionarios, eliminando las barreras artificiales que estos títulos honoríficos crean y demostrando que estamos aquí para trabajar en beneficio de la sociedad.


La doctoritis en Colombia alimenta el ego de las personas que tienen cierta posición social o trabajo, en ocasiones esta palabra no es acorde a las calidades académicas de los ciudadanos, debemos de aprender a llamar a las personas por su nombre y en el marco de algún encuentro formal por su profesión u oficio.


Los invito a que, si en algún momento nos encontramos en el camino que es la vida, evite llamarme “Doctor” (Porque no tengo ese nivel académico), sino que me llame por el nombre, debido a que me siento más a gusto y podemos generar un vínculo más humano y genuino.


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