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Humildad y Empatía.

Es fundamental que la política realce la humildad y la empatía como sus principios rectores.

Por: Juan Camilo Betancourt Grajales - Abogado.

Vivimos en tiempos de grandes turbulencias, donde los ecos de la guerra en Ucrania, el sufrimiento en Palestina y el conflicto en Líbano resuenan con fuerza. Estas crisis no solo son el resultado de variables políticas; son el reflejo del egocentrismo que caracteriza a muchos de nuestros líderes. En este contexto, es fundamental que la política realce la humildad y la empatía como sus principios rectores.

Como decía Mahatma Gandhi, "La grandeza de una nación y su progreso moral pueden medirse por la forma en que trata a sus habitantes más necesitados". Esta reflexión debe ser un faro que ilumine el camino de los líderes. La humildad no es una debilidad, sino una fortaleza que posibilita a quienes ejercen el poder reconocer su responsabilidad hacia el bien común. En Ucrania, la incapacidad de algunos líderes para ceder ante el llamado de la paz ha perpetuado un conflicto devastador; como hemos visto, la arrogancia desvía la atención de los verdaderos costos humanos.

La compasión toca el corazón de un liderazgo efectivo. Este principio exige que los líderes vayan más allá de las cifras y escuchen las historias de aquellos que sufren. En Gaza, hemos sido testigos de un ciclo doloroso que se alimenta de la deshumanización. Aquí es donde la compasión puede actuar como un antídoto; como dijo el Dalai Lama, "La compasión es la base de la paz". Un enfoque compasivo no solo alivia el sufrimiento inmediato, sino que también sienta las bases para un futuro más justo y equitativo.

A esto se suma la importancia de la empatía. Nelson Mandela afirmó: "No puedo estar en paz contigo mientras no estés en paz". Esta cita resuena en un mundo donde los conflictos a menudo encienden tensiones más profundas. Un líder empático comprende las vivencias de los demás, desactivando así tensiones y generando espacios de diálogo. En Irán, por ejemplo, adoptar una postura empática podría abrir puertas a soluciones viables que aborden las necesidades de todos.

Debemos recordar que la historia ha demostrado que el verdadero liderazgo se mide por la capacidad de servir a la humanidad, no por la sed de poder. La urgente necesidad de líderes que abracen la humildad, que actúen con compasión y que escuchen con empatía nunca ha sido más clara. Solo así podremos evitar la autodestrucción y construir un mundo donde la paz predomine sobre el conflicto. La invitación, querido lector, es a exigir este cambio en nuestros líderes y a abrazar un nuevo paradigma de liderazgo que como humanidad merecemos.


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