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¿Egos Inflados o Progreso Colectivo?


El ego de los líderes y los intereses políticos personales distorsionan la realidad y sacrifican el progreso de la ciudadanía, lo que requiere una política enfocada en el bien común y el diálogo para lograr un futuro más justo y equitativo.

Por: Juan Camilo Betancourt Grajales - Abogado.


En la vasta arena política, donde las decisiones deberían apuntar al bienestar común, frecuentemente nos encontramos ante un obstáculo insidioso: el ego de los líderes. Este fenómeno, sumado a los intereses políticos y personales, no solo distorsiona la realidad, sino que sacrifica el progreso de la ciudadanía. La frase del filósofo y escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson resuena con fuerza en este contexto: “La vida es un espejo y te devuelve lo que tú haces en ella”. Así, cuando las acciones de quienes ostentan el poder están marcadas por el egoísmo, la sociedad en su conjunto paga el precio.


Observamos a menudo cómo iniciativas producto de un sólido análisis científico y de la consulta popular se ven truncadas por luchas internas. Gobiernos que eligen seguir estrategias marcadas por la polarización, en vez de unirse en torno a metas comunes, evidencian un profundo desprecio por la ciudadanía. Según el politólogo español Manuel Castells, “el poder es un sistema de relaciones, donde la fuerza de los actores no se mide solo por su capacidad de imponer, sino también por su habilidad de construir consensos”. Sin embargo, esta capacidad se ve comprometida en un entorno donde el ego prevalece sobre el diálogo y la cooperación.


La política, en ocasiones, se asemeja a un escenario teatral, donde los actores priorizan sus propias narrativas sobre el bienestar colectivo. Esta representación no solo impide que se afronten cuestiones críticas, como la desigualdad o el cambio climático, sino que además perpetúa la desilusión ciudadana. El sociólogo alemán Max Weber ya advertía sobre los peligros de la burocratización y el aislamiento de los líderes políticos respecto a la sociedad: “El destino del hombre moderno es una jaula de hierro”. Esta jaula, simbólica de la desconexión entre gobernantes y gobernados, está alimentada por los egos inflados que ignoran las voces de quienes realmente deberían ser el centro de la toma de decisiones.


La sociedad necesita líderes que, por encima de sus intereses personales, tengan la valentía de escuchar y servir. Con líderes que actúen con humildad y disposición para el diálogo, es posible traspasar la jaula y construir un futuro más justo y equitativo. Una famosa cita de Nelson Mandela nos recuerda que “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Promover el diálogo y el respeto mutuo, alejado de egos y disputas, es esencial para lograr una ciudadanía informada y activa, capaz de reclamar lo que le corresponde.


El egocentrismo y los intereses políticos dañan el tejido social y obstaculizan el progreso. Es deber de la ciudadanía exigir una política que priorice el bien común sobre el interés individual, y, sobre todo, recuperar la capacidad de construir juntos un futuro donde todos, sin distinción, puedan prosperar.


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