Por: José Octavio Cardona León -Representante a la Cámara.
El robo de un trapo por parte de unos hinchas del
Junior a seguidores del Nacional fue el detonante para que se iniciara una
batalla campal que dejó un saldo de 45 personas heridas con puñal, es decir 45
apuñalados.
Esos “trapos”, son trofeos de guerra conquistados
por las hinchadas opositoras que se quedan con las banderas del otro equipo,
las que después de estar en su poder usualmente son quemadas o destrozadas, con
lo cual no hay una apropiación económica que tenga sentido, sino una afectación
moral para la barra agraviada, lo que comúnmente implica disputas y peloteras
que conllevan lesionados, y en muchas ocasiones muertos.
Según se ha dicho, el robo del trapo fue perpetrado
por hinchas del equipo visitante, ante lo cual se dio una reacción inmediata
por los agraviados, en este caso hinchas del Nacional.
Al momento de los incidentes, el Nacional ganaba el
partido por 2 goles a 0, no obstante, la DIMAYOR determinó que el equipo local
era perdedor, declarando vencedor al Junior. Así como se lee, el equipo que
ganaba en la cancha 2 a 0 perdió en el escritorio 0 a 3.
Lo ocurrido no tendría nada de raro si no fuera por
un hecho bastante simple, la reyerta se inició por parte de la barra del equipo
beneficiado con el resultado final, en tanto que el equipo afectado con la
perdida de los puntos es el mismo equipo afectado con la pérdida del trapo.
El antecedente fijado por la DIMAYOR es realmente
aterrador, pues convoca a los barristas visitantes a que definan en el
escritorio el resultado de los partidos. Basta con armar una gresca y ya
sabemos lo que sigue. Una sanción “ejemplarizante” para el equipo de la plaza,
al que le imputan no haber tomado todas las medidas conducentes a evitar,
prevenir o controlar este tipo de actos que ponen en riesgo la seguridad del
espectáculo.
No nos digamos mentiras, la decisión fue torpe, por
más que hubiera tenido aparente sustento legal, pues si bien Nacional no
merecía los puntos, Junior muchísimo menos, aquí lo justo y adecuado hubiera
sido sancionar a los dos equipos, máxime cuando el ganador de los puntos era
claro perdedor del juego. Bien diferente hubiera sido que los de Nacional
empezaran la gresca, o que Junior fuera ganando.
Lo más preocupante de la decisión, es que se
sanciona el talento y el juego, por un error o falla administrativa, lo que
debería implicar una sanción administrativa no una sanción deportiva, pues el
antecedente fijado conduce a que los barristas visitantes de un juego de final
tengan la posibilidad inmensa de resolver el campeonato, no por la vía de los
goles, sino por la vía de los golpes.
La DIMAYOR se acordó que Nacional era responsable
de la seguridad del espectáculo, pero olvidó que el art. 84 numeral 2, de su
código disciplinario único dispone que “Los clubes que hagan las veces de
visitante serán responsables de la conducta impropia de los espectadores
considerados como sus seguidores, de conformidad con el grado de culpabilidad
que se logre establecer”.
Habrá que decir por demás que ese invento legal de
encargar la seguridad interna de los espectáculos, en este caso de un partido
de futbol, al equipo de la plaza, es una clara muestra del desconocimiento
generalizado que implica el control de una aglomeración que vibra en torno a
las emociones. Si para la policía resulta en ocasiones difícil controlar a los
asistentes, imagínense como resulta este encargo para un muchacho que llaman a
trabajar en un turno de logística.
Tal como van las cosas, el fútbol ya no necesita
goleadores para ganar los partidos, necesita quien se atreva a robarse un
trapo.