"Es crucial que las entidades territoriales
reconozcan a las personas de la tercera edad como sujetos de protección
especial, dada su vulnerabilidad. En las calles de cualquier municipio no debería
haber un abuelo en abandono. El desarrollo cultural de un país se mide por la
manera en que se garantizan los derechos de los niños, de las personas con
diversidad funcional y de los ancianos."
Por: Sergio López Arias – Personero Municipal.
Hoy
en día, las dinámicas sociales reflejan una disminución en la natalidad y un
aumento en la población adulta. Este cambio demográfico se manifiesta en
debates sobre la falta de cobertura en instituciones educativas oficiales y la
escasez de niños en los programas sociales del Instituto de Bienestar Familiar.
La mayor disponibilidad de información a través de medios digitales, los
avances en los derechos de la mujer y la evolución del principio de libre
desarrollo de la personalidad han llevado a muchos jóvenes a cuestionar la
decisión de ser padres al alcanzar la mayoría de edad.
Esto
plantea un desafío para las entidades territoriales: aumentar los esfuerzos
para proteger y garantizar los derechos de las personas de la tercera edad. Lo
que antes era una prioridad en ámbitos como el deporte, la educación y la
cultura para los niños, hoy debe orientarse hacia la atención integral de
nuestros abuelos. En muchos municipios, los Centros de Bienestar del Anciano
(CBA) están quedando cortos para atender a los abuelos abandonados,
especialmente en un país donde la educación ha olvidado las reglas de
convivencia que fomentan el respeto y cuidado hacia nuestros mayores. Cada vez
son más los casos de abuelos abandonados en hospitales públicos y en parques de
ciudades que no son las suyas. Además, muchos ancianos son olvidados por sus
propias familias, a pesar de tener un hogar.
La
ley facilita programas como el “Centro Día”, que crea espacios para el
esparcimiento, la recreación, la atención y el cuidado de los abuelos. Durante
el día, estos centros ofrecen atención integral con un componente nutricional,
y los ancianos regresan a casa por la noche para descansar y prepararse para
compartir con sus compañeros al día siguiente.
Es
crucial que las entidades territoriales reconozcan a las personas de la tercera
edad como sujetos de protección especial, dada su vulnerabilidad. En las calles
de ningún municipio debería haber un abuelo en abandono. El desarrollo cultural
de un país se mide por la manera en que se garantizan los derechos de los
niños, de las personas con diversidad funcional y de los ancianos. Esta
realidad no debe ser ignorada por la discrecionalidad política que a menudo
causa daño.
La
ciudadanía también tiene un papel fundamental. Al exigir obras al alcalde o
gobernador de turno, es esencial preguntar primero por la garantía de derechos
de los sujetos de protección especial, incluyendo a nuestros abuelos. Solo
después se deben plantear demandas sobre pavimentos y mejoras en la vivienda,
tan comunes en las visitas barriales. Ignorar esta prioridad es desconocer el
sentido de humanidad y anticipar el abandono que podríamos sufrir en nuestra
vejez por la misma falta de solidaridad con la que hemos olvidado a nuestros
mayores.