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Entre más vacas, menos leche.

 


La actividad policial no se reduce a uniformes en las calles; su efectividad radica en la vocación de servicio, en la disciplina y en la correcta ejecución de las tareas asignadas. Tener 10, 20 o 30 policías parados en un barrio vulnerable, sin planes activos ni estrategias claras, es simplemente una pérdida de tiempo.



Por: Johanny Delgado - Intendente retirado.

En la gestión de la seguridad, los gobernantes parecen aferrarse a la idea de que entre más policías haya en las calles, más efectiva será la protección de la ciudadanía. Este enfoque, aunque suena lógico, es una falacia que, en la práctica, ha demostrado estar lejos de ser la solución.

Es cierto que incrementar la presencia policial puede generar una sensación inmediata de control, pero la realidad nos enseña que la seguridad no es cuestión de cantidad, sino de calidad. La actividad policial no se reduce a uniformes en las calles; su efectividad radica en la vocación de servicio, en la disciplina y en la correcta ejecución de las tareas asignadas. Tener 10, 20 o 30 policías parados en un barrio vulnerable, sin planes activos ni estrategias claras, es simplemente una pérdida de tiempo.

En nuestras comunidades es fácil notar cómo muchos policías, lejos de estar concentrados en sus tareas, se distraen en sus teléfonos, inmersos en conversaciones personales o ajenas a su labor. Este comportamiento es alarmante, ya que permite que la delincuencia, que no es ingenua, estudie y reconozca quién está cumpliendo con su función y quién no. En términos simples, los criminales saben perfectamente quién es un verdadero obstáculo para sus actividades y quién es solo una figura decorativa con uniforme.

Aquí es donde radica el verdadero problema. La delincuencia se alimenta de la pasividad y la falta de disciplina de algunos policías. Mientras que un solo agente puede estar entregado al 100% en su función, su labor queda opacada por la apatía y desidia de otros compañeros que, al no actuar con la seriedad que la situación demanda, terminan contribuyendo a que los índices delictivos se mantengan o, peor aún, aumenten.

Es urgente que se recupere la disciplina en las filas policiales. Esta vocación de servicio, en muchos casos, parece haber sido secuestrada por una juventud que vive en la tranquilidad y pasividad, ajena a lo que sucede a su alrededor. Pero esto no puede seguir siendo excusa. La seguridad de nuestras comunidades no se garantiza con policías que simplemente estén "presentes"; se necesita que cada uno de ellos cumpla a cabalidad con sus funciones.

La solución no está en llenar nuestras calles de agentes de la ley. La clave está en garantizar que cada policía en servicio tenga el compromiso y la dedicación para hacer su trabajo de manera efectiva. Solo así podremos hablar de una verdadera estrategia de seguridad que responda a las necesidades de nuestra sociedad.

Recuperar la disciplina, la vocación y la efectividad en el servicio policial es el único camino hacia una seguridad real. Es momento de que entendamos que más policías no siempre significan más seguridad; lo que realmente necesitamos son policías que estén a la altura del desafío.

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