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EL CAMPESINO DE HOY, SERÁ EL INDÍGENA DEL FUTURO.

 


 Por: Leo Flórez. Angeologo

Llevo años realizando consultas, tratamientos y análisis personalizados con las diferentes técnicas, métodos y herramientas, que ofrece el esoterismo y la espiritualidad. Muchos asocian veloz y prematuramente, el término esoterismo con, ciencias ocultas, ocultismo, hechicería y en su denominación más peyorativa, brujería o magia negra. Y la verdad el esoterismo de lo que nos habla es de un conocimiento, pasado de generación en generación a unos pocos elegidos, escogidos o preparados. Otra cosa muy distinta es el tipo de conocimiento heredado, compartido secretamente o guardado celosamente por las órdenes religiosas y ocultistas.

Como ya lo mencioné, uso todo tipo de herramientas modernas y ancestrales para diferentes tipos de tratamientos, dependiendo de las particulares necesidades de quienes consultan conmigo. Y los campesinos no son la excepción. Si bien la población campesina colombiana, enfrenta unos problemas profundos y serios en cuanto al cubrimiento y satisfacción de sus necesidades materiales más básicas (educación, salud, vivienda digna y en general, calidad de vida). El campesinado colombiano en general, ha venido enfrentando por décadas, violencia, abandono y vituperio, no solo por una parte de la sociedad, sino principalmente por el estado, quién no ha sido garante de los derechos de este importante sector de la sociedad y la economía de la nación.

Es el campesino entonces un ser humano en vía de desarrollo, que se rebusca mediante su esfuerzo diario, en jornales extensos, una calidad de vida que le parece esquiva.

Cuando pensamos en nuestros campesinos, nos imaginamos a esos hombres y mujeres, a los que el sol les ha curtido la piel y les ha llenado de callosidades sus manos. Hombres y mujeres que desafían a la naturaleza, a su entorno, hombres y mujeres que trabajan de sol a sol, la tierra, arrancándoles sus tesoros. Hombres y mujeres, trabajadores incansables, sencillos y humildes.

Muchos de estos hombres y mujeres, criados y levantados en condiciones difíciles, enfrentando todo tipo de carencias y adversidades y educados cuando menos en las tradiciones cristianas más primitivas y ancestrales.

Estamos en pleno siglo XXI, y las cosas han cambiado radicalmente para nuestros campesinos. La modernidad que parecía esquiva, ha llegado paulatinamente a sus hogares más apartados y modernamente a sus manos con la aparición de la telefonía móvil y la conectividad por vía satélite.

Con esta modernidad, también ha llegado a la vida de nuestros campesinos, más información. De hecho, tanta información, que literalmente les ha mostrado el mundo, al que ellos mismos en principio, parecían no pertenecer.

El mundo moderno se ha mostrado con toda su parafernalia amplia y ha despertado en nuestros compatriotas, el deseo por poseer y por atesorar esa materialidad propia de las grandes metrópolis.

Es por eso que vemos al campesinado, tratando de llevar los mismos estándares de vida y poder adquisitivo que un capitalino promedio. Vemos a nuestros campesinos empecinados en adquirir todo tipo de bienes y servicios que no los hagan parecer “menonitas”, ermitaños o extraños a las comodidades de la civilización moderna.

Pero con todo este abanico colorido de tecnología y modernidad, también viene para ellos una nueva visión del mundo, una amplitud de nuevos conocimientos y saberes que desafían y cuestionan, sus creencias y tradiciones ancestrales, más arraigadas.

Se podría decir que el campesinado en su mayoría es de creencias muy estructuradas, devotas y ortodoxas. Casi que hegemónicas. Sin embargo, la modernidad ha venido a desafiar todo el sistema de creencias en el que los campesinos venían depositando su fe, por siglos.

En sesiones de tarot, muchos de ellos me plantean temas muy comunes de la vida en ciudad, si bien varían los contextos y las problemáticas, en el fondo, las aspiraciones del ser humano son siempre las mismas, o por lo menos coinciden en lo mismo, sin importar si vives en una gran ciudad o en una vereda apartada.

Nuestros campesinos también quieren felicidad, salud mental, paz, tranquilidad y conexión con eso más grande, que puede ser Dios, o simplemente el fortalecimiento de la fe.

Pero, ¿acaso, no hay paz, tranquilidad y felicidad en el campo colombiano?, ¿no tienen nuestros campesinos las condiciones para ser felices y tener una adecuada salud mental? Lo cierto es que no, que vivir en el campo no es garantía de ninguna de esas cosas. Veo a hombres y mujeres enfrentando entornos difíciles, hostiles y agrestes. Y a eso agreguémosle la falta de oportunidades para formarse integralmente, de manera que puedan construir un proyecto de vida digna y viable en el campo.

Creer que el campo lo da todo, incluyendo la paz y la salud mental, es estar desenchufado de la realidad de estos compatriotas que a lo largo de décadas han tenido que enfrentar solos, la desidia, el olvido y abandono de una sociedad desagradecida con el trabajo y sacrificio de estos hombres y mujeres.

Muchos de ellos se acercan actualmente a mis consultas, a preguntar por sus asuntos, materiales, laborales, sentimentales y sus necesidades de salud física y mental. Muchos aún creen que algo externo a ellos, es la causa de sus muchos males o infortunios. Y es por eso que, con paciencia, amor y mucha empatía, este servidor trata de educarlos en los conceptos modernos de la espiritualidad, herramientas de crecimiento y desarrollo personal, empoderamiento y formación.

Da tristeza, indignación y rabia, que inescrupulosos pretendan aprovechar su conocimiento en el ocultismo, esoterismo y espiritualidad para engañar, estafar y robar a nuestros campesinos, usando artimañas.

La falta de ética en ciertos expertos y profesionales de las artes adivinatorias, oraculares y quienes también tienen o poseen conocimientos más técnicos y especializados en áreas como la astrología, constelaciones familiares y herramientas holísticas más modernas, como el reiki, los códigos sagrados, terapias con ángeles y registros akashicos. Es preocupante.

Es por eso, que, en cada sesión, terapia o tratamiento ofrecido por este servidor, más que lograr un objetivo para quien consulta, es educarlo, para que sea el consultante, quien aprenda a crear la realidad, que interiormente puede crear, porque tiene el poder, aunque carezca del conocimiento.

Es un abrirle los ojos al poder personal de nuestros campesinos, es quitarles de su mentalidad, el estigma de pobreza y creencias limitantes en que han sido criados y levantados por generaciones enteras. Es enseñarles a reescribir su propia historia.

Soy un respetuoso absoluto de los credos, ideologías religiosas y dogmas filosóficos personales. Simplemente le muestro a quién quiere ver y le explico a quién quiere oír. Siempre apegado a mi calidad humana y con un profundo respeto y valor por la diferencia del otro. No se trata de cambiar personas, ni formas de pensar o sentir. Se trata de crear pensamiento crítico, de trabajar interiormente y educarse mejor, frente a las demandas de la modernidad y la tecnología.

Lo que viene para el campesinado colombiano es el reto de salir de la marginalidad, la pobreza y la ignorancia. Haciendo de su actividad un esfuerzo que le sea lucrativo y que represente una auténtica oportunidad para vivir del campo, por el campo y para el campo. Que el trabajo agrícola, sea un garante para los campesinos, de su desarrollo social, económico y personal.

En el remoto pasado, los aborígenes, comunidades indígenas y los imperios ancestrales, se preocuparon por hacer una explotación controlada de los recursos naturales, del entorno medioambiental y el equilibrio de la biodiversidad. Esa comunión y respeto hacia la tierra, sus tesoros y hacia la naturaleza, esa convivencia en sano equilibrio, alejada de las ambiciones y la necesidad depredadora de usufructuar la naturaleza, les proporcionó a nuestros antepasados, los suficiente para vivir dignamente y con sostenibilidad equilibrada y armónica con el campo y la naturaleza.

Con Campesinos capacitados, tecnificados y educados, tendremos ciudadanos comprometidos con las transformaciones, sociales, económicas, políticas y humanas que requiere, no solo la nación, sino el mundo entero.

Por eso, veremos en el futuro, campesinos más preocupados por su salud mental y física, priorizando su bienestar, felicidad y tranquilidad por encima del embrujo y embaucamiento en que ha caído la mayoría de la sociedad moderna.

Veremos campesinos comprometidos con su salud emocional, comprometidos con su educación y desarrollo personal. Así como por entender y comprender de una mejor manera el mundo que los rodea. Los veremos más activos socialmente, haciendo valer sus derechos y ocupando un lugar protagónico en la vida política y económica de la nación.

No solo defendiendo la sostenibilidad del entorno natural dónde crece, se desarrolla y se expande, sino también trabajando activamente en la protección y conservación de los recursos naturales que lo benefician directamente a él y a todos.

El campesino de hoy, será el indígena del futuro.

 

 

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