Por
Sergio López Arias. *
Lo sucedido
con la estudiante de medicina de la Universidad Javeriana es una muestra de la
grave situación que viven muchos estudiantes, no solo en la universidad sino
también en la educación escolar y media. Colombia es un país de emociones, y
muchas de ellas son emociones tristes. Es común escuchar a los estudiantes,
como en su momento nos pasó a muchos, hablar de las "vacas sagradas",
un término utilizado para referirse a ciertos docentes que generaban más pánico
que orgullo y confianza en los estudiantes. Sus parciales son una clara muestra
de un terrorismo psicológico; casi que ganar un parcial más que un logro es un
milagro.
Estos
docentes inician sus clases haciendo gala de los porcentajes de estudiantes que
han perdido su materia en semestres anteriores, y convierten la cátedra en una
tiranía donde se muestran como reyes y ven en sus estudiantes a súbditos que
pueden humillar y maltratar. Es increíble que después de tantos años de avance
en nuestros derechos fundamentales, hoy esas "vacas sagradas"
continúen presentándose en Colombia.
Lo sucedido
con la estudiante es lamentable, pero es más lamentable que en nuestro país
tengamos que esperar siempre una tragedia para hacer públicos problemas tan
graves como este. ¿Hasta cuándo debemos seguir siendo testigos, como padres,
alumnos y ciudadanos, del abuso e irrespeto de tantos y tantos docentes? Es
momento de reflexionar y revisar de fondo un verdadero cambio en nuestro
sistema educativo.
Necesitamos
una educación escolar que, en sus primeros años, se enfoque más en construir
ciudadanos que en moldear científicos; una educación secundaria que establezca
bases sólidas para la vida en sociedad; y una educación universitaria que
genere ese equilibrio entre lo humano y lo académico. ¿Cuántos docentes
abusivos y groseros tenemos hoy en el sistema público académico, cuya única
solución por parte de los órganos de vigilancia de las secretarías de educación
es el traslado a otras instituciones, para que sigan de colegio en colegio
abusando y maltratando a los estudiantes?.
¿Cuántos
docentes se excusan en la libertad de cátedra para seguir utilizando métodos
inquisitivos bajo la fórmula de "la letra con sangre entra"? ¿Cuántas
quejas se deben presentar sobre los abusos y maltratos para que los órganos de
control tomen decisiones de fondo y garanticen el derecho fundamental a la
educación de niños, jóvenes y universitarios?
Estamos
llamados a realizar cambios profundos en la educación. Revisemos los contenidos
de los planes educativos, perfilando y revisando las evaluaciones de ingreso a
la carrera administrativa tanto para el sector educativo oficial como
universitario. Los méritos no deben ser exclusivamente académicos; el
componente psicológico debe cumplir un papel importante. No toleraremos más
estos abusos. Es momento de hacer públicos y denunciar esos casos que muchas
veces desconocemos porque creemos más en la palabra del docente que en la de
nuestros propios hijos. Lo sagrado es la educación, no los docentes. Las aulas
de clase deben ser territorio de paz, no de terrorismo, debemos visualizar
tantos casos que padres y directivos dejan en el anonimato a fin de evitar
reproches o señalamientos, por una educación más humana que nazca desde el
trato del docente con el estudiante al final este será la imagen de su maestro.
* Personero Municipal, ex alcalde de Chinchiná y destacado funcionario del departamento.