A lo largo de la historia, la humanidad ha
atravesado los senderos más terribles y oscuros: guerras, genocidios, crisis
económicas, ambientales y de salud. En cada época, parece más común ver la
humanidad desde su tonalidad oscura que luminosa. Ante esta realidad, cabe
preguntarnos: ¿acaso no ha sido la distancia que el hombre ha tomado con
respecto a la divinidad la causa fundamental del deterioro en los valores y en
la fe?
Aun en medio del caos, la confusión, la
sobreinformación y la saturación de la vida moderna, hay algo en nuestro
interior que nos inclina a pensar y sentir que existe algo más trascendental y
superior detrás de todo lo que acontece en nuestra realidad palpable.
A lo largo de la historia, compilados en cientos de
libros, millones de testimonios afirman no solo la existencia, sino la
presencia de entidades luminosas, seres interdimensionales o seres divinos.
Estas presencias no solo cuidan de nosotros, sino que también nos susurran guía
e instrucción más allá de toda humana y lógica comprensión.
No hablo solo de los relatos de los textos sagrados
de las diferentes religiones y credos. Hablo de los incontables testimonios
orales, escritos y experienciales de millones de personas que afirman con total
vehemencia que los ángeles no solo existen, sino que ellos mismos han sido
guiados, cuidados, salvados y protegidos por estas divinas presencias.
Sería injusto pensar que solo en momentos de crisis
nos acordamos de nuestra fe en algo superior, una esperanza puesta en un agente
externo en el que depositamos nuestra confianza ciega. Sin embargo, y a pesar
de la vida moderna cargada de emociones negativas como la rabia, el odio, la
xenofobia y las violencias de género, vemos y nos enteramos de los milagros de
la vida, operados desde la invisibilidad de estos seres que, creamos o no,
acompañan nuestro camino evolutivo del alma.
¿No es acaso un ángel el policía que evita un
hurto? ¿El bombero que atiende una emergencia? ¿El médico que salva una vida?
¿La mascota que nos devuelve la esperanza en medio de la soledad y la tristeza?
Se nos ha dicho que los ángeles son entidades con
una forma clara y definida: figuras con características muy humanas, alas, aros
luminosos sobre sus cabezas y vestiduras doradas y blancas. Algunos, incluso,
ceñidos con relucientes armaduras. Pero también está la visión moderna de
esferas luminosas que nos recuerdan las sefirás del árbol de la vida descrito
en la Kabalah hebrea.
Aunque no tuvieran una forma definida o no fuese
relevante darles forma, los ángeles seguirían actuando en nuestro mundo físico,
a pesar de nuestro escepticismo y reticencia a imaginar una fuerza externa,
superior e invisible actuando directamente sobre nuestras vidas.
Lo cierto es que los milagros siguen aconteciendo
frente a nuestros ojos, desafiando nuestra capacidad de asombro e incredulidad.
Lo terrible sería normalizar la tragedia y que está siempre tenga el mayor
despliegue mediático frente a la clara intervención divina de nuestro padre
celestial, a través de sus “ejércitos alados”.
Aprender a conectar con nuestros seres de luz es
una tarea moderna, un encargo actual de la divinidad del padre-madre invisible.
Y aunque pareciera que el espacio para Dios en nuestras vidas se reduce con el
paso del tiempo, en los momentos más oscuros de la historia de la humanidad,
Dios padre-madre envía a sus mensajeros para inspirarnos, guiarnos y darnos el
valor y la fuerza de voluntad para cambiar las cosas que hemos echado a perder
por nuestra propia negligencia, ambición y soberbia.
Hoy te invito a renovar tu fe, en ti mismo y en
algo superior, algo trascendente que, aunque no comprendas completamente en su
naturaleza, sepas que existe. Está ahí, aunque no lo veas ni lo puedas tocar.
Existe, como tú. Y tras las sombras y la oscuridad que se cierne sobre nuestras
cabezas, siempre atiende nuestra súplica y nuestro llamado de auxilio,
demostrando su presencia, existencia y milagroso poder.
Ora a tu ángel de la guarda, conversa con él como
si fuera tu mejor amigo. Más que pedirle que haga cosas por ti, pídele
sabiduría, entendimiento y fuerza de voluntad para ejercer las acciones
pertinentes que te permitan transformar los desafíos de tu vida en resultados
positivos. Haz un espacio en tu vida para la fe, los milagros y los mensajes de
los ángeles.
“Porque todo aquel que pide, recibe; y el que
busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que,
si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará
una serpiente?”
– Evangelio según San Mateo, Capítulo 7, versículos del 7 al 11, del Nuevo
Testamento.